El lingüista Leopoldo Wigdorsky analiza el habla chilena.
El especialista, quien acaba de publicar un libro sobre la naturaleza de los idiomas, niega que los chilenos hablemos peor que otros hispanoparlantes y asegura que la hipercorrección es típica del mal uso del lenguaje.
El experimentado lingüista y profesor universitario Leopoldo Wigdorsky considera que la vieja idea de que los chilenos nos contamos entre los peores usuarios de la lengua castellana es sólo uno de los innumerables prejuicios que recorren este país.“Se dice que en Chile hablamos mal, y claro que hablamos mal, pero la verdad es que en todo el mundo hispano se habla mal, así que en ese sentido no estamos ni mejor ni peor que en Argentina, Colombia, España o Puerto Rico”, asegura el académico, quien acaba de publicar -a través de RIL Editores- un libro en el que pretende poner su conocimiento del tema al alcance del público no especializado.En el volumen, titulado “27 principios y algunas curiosidades sobre las lenguas y el lenguaje”, Wigdorsky ofrece una amena, didáctica y sucinta exposición de las características básicas de todo idioma. Para hacer más clara su exposición, el docente incluye ejemplos sencillos de diversas situaciones comunicacionales, además de diagramas, fotografías y abundantes ilustraciones.“En los diarios de todo el mundo se publican críticas al uso que los habitantes de cada país hacen de sus respectivas lenguas y en muchos de los casos se reclama por la incorporación de neologismos, pero esos defensores de los idiomas olvidan que el mundo cambia y que las lenguas son parte del mundo”, afirma el especialista.-
¿Cómo se puede saber, entonces, si uno está haciendo buen o mal uso del idioma?
-Una persona usa bien la lengua cuando se comunica bien. Si yo, por ejemplo, quiero pedirle un beso a una niña y le digo “le solicito un ósculo”, estoy hablando mal, porque, como la palabra ósculo no se emplea en la conversación cotidiana, lo más probable es que ella crea que le estoy pidiendo otra cosa y se ofenda.
Hay que saber cuándo usar cada expresión.
-Claro, hay que usar un registro formal en situaciones formales y un registro informal en situaciones informales. Yo no hablo igual con mi señora que con la prensa, así como no hablo en clase igual que como lo hago con mis amigos.
El ejemplo del ósculo sugiere que una persona, al intentar exhibir su amplio léxico o al pronunciar con mucho cuidado, puede incurrir en un grave error.
-Exacto. La hipercorrección es típica del mal uso del lenguaje, porque no es espontánea. Algunas personas, por ejemplo, pronuncian todas las letras d, pero eso se oye mal porque en Chile nadie dice “providencia” sino “proviencia”. De la misma forma, en este país no pronunciamos todas las eses, sino que las aspiramos y las convertimos en letras h.
Usted dice que las lenguas cambian junto con el mundo. ¿Participa Chile en esos procesos?
-Vamos un poco atrasados, porque, como estamos en la periferia de la humanidad y somos el último lugar del mundo en el que se habla castellano, los cambios nos llegan al final. A eso se debe que aquí aún pronunciemos la c de la palabra doctor o que, en vez de decir hierro, digamos fierro.
Diálogos en pantalla
“Creo que a veces los medios de comunicación caen en la mala utilización del registro informal, porque hay animadores de televisión que usan expresiones que no caben en programas supuestamente formales”, opina Leopoldo Wigdorsky.
¿La televisión puede ser un referente de buen uso del idioma? -Todos los programas de televisión, especialmente los espacios de difusión cultural y los periodísticos, pueden servir para esos fines, porque nuestros locutores, además, hablan muy bien el idioma castellano. ¿Ayuda, en ese sentido, la presencia en televisión de periodistas como el español Amaro Gómez Pablos o el colombiano Libardo Buitrago? -Creo que esas influencias foráneas resultan positivas, siempre y cuando se manejen bien y mientras los canales no pierdan su chilenidad. |
Las Últimas Noticias. Sábado 20 de Septiembre de 2003.